Ceniza de palabras

Foto: AP, Frankfurter Allgemeine Zeitung

Más de 30.000 ejemplares de la biblioteca Anna Amalia de Weimar han quedado reducidos a ceniza.

Lo reconozco, siento especial afecto por la cultura alemana. Siempre defenderé la belleza de su lengua, tan denostada por estos lares. La imagen de la biblioteca de Weimar en llamas es desoladora. Para los alemanes, por supuesto. Y para cualquiera que se haya emocionado en alguna ocasión con la música, la filosofía o los versos que muchos alemanes han traído al mundo. Para todos, en fin.

Quizás no venga al caso, pero creo necesario señalar que en España existen numerosos prejuicios sobre los alemanes. Más allá de las tópicas descalificaciones, persiste en muchos la convicción de que el alemán es un pueblo especialmente guerrero. Una de las falacias más extendidas con respecto a la Segunda Guerra Mundial consiste en atribuir su origen a una especial perversidad de los alemanes. Es innegable que fue en Alemania donde surgió el nazismo, así como su siniestra Weltanschauung (cosmovisión), y alemanes fueron los autores de la Shoa. Pero no fue su germanidad lo que les llevó a cometer las conocidas atrocidades. Fue el abandono progresivo del liberalismo, hasta su aniquilación, lo que arrastró a toda la nación al totalitarismo. Una vez fueron eliminadas las creencias liberales, conducir (y a eso hace referencia precisamente el término Führer) al pueblo a la guerra en búsqueda del Lebensraum soñado era sólo una cuestión de propaganda hábilmente diseñada.

Yerran quienes creen que la barbarie nazi se debió exclusivamente a ciertas características de lo que se entiende por personalidad alemana. Fue consecuencia de las creencias totalitarias imperantes. Las mismas que tuvieron éxito en Rusia. El mismo mal, en distintos países. Es preciso, si se quiere sinceramente evitar la repetición de estas atrocidades, darse cuenta de este hecho. Con este fin, recomiendo la obra "Gobierno omnipotente", de Ludwig von Mises (Unión Editorial, Madrid. ISBN: 84-7209-377-8).