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Aclaraciones sobre Irak

Aclaraciones sobre Irak No pasa un sólo día sin que Irak sea protagonista. Es evidente que el país se encuentra en una situación difícil, permanentemente acosado por el terrorismo, más o menos variopinto en los ropajes, pero en todos los casos genuinamente criminal. Sin embargo, no deja de sorprender que cada figura siniestra que aparece en Irak sembrando el caos y liderando el terrorismo, obtiene su debida justificación, cuando no elevación a categoría de mártir, en muchos medios de los países occidentales. De manera especial, aunque no exclusiva, en Europa. No me refiero ahora a los caraduras que proporciona en gran cantidad la propia sociedad norteamericana, al estilo del ridículo Moore o del bochornoso Chomsky, que hay versiones para elegir.

Es fácil encontrar en un repaso de los medios de comunicación europeos tal día como hoy, o ayer o mañana, todo tipo de explicaciones, interpretaciones y paños calientes, cuando no justificaciones rotundas, del terrorista de turno. Sea Al Zarqaui o Al Sader. Qué más da; no es difícil convertirlo en mártir ante la ira del maléfico Bush. Y si es clérigo, eso mismo que tanto se detesta en el caso de la religión católica, mejor aún. Ya tenemos un nuevo icono de la lucha antioccidental.

El caso es que en los últimos días es Muqtada Al Sader, terrorista con supuesto, aunque dudoso, poder religioso entre los chiís, quien ha asumido el papel protagonista. En un certero análisis de Hermann Tertsch publicado en El País del sábado 14 de agosto, queda claramente expuesta la posición que debe adoptarse en este caso: acabar con el chantaje típicamente terrorista al que pretende someter este peligroso sujeto y su grupo a los iraquíes; no sólo a ellos, pero especialmente a los ciudadanos de bien, ansiosos por lograr cierta prosperidad una vez abatido el régimen asesino de Sadam.

Puesto que fue publicado hace ya varios días, me tomo la libertad de reproducirlo aquí.

Hermann Tertsch - Adiós al medio gas
EL PAÍS 14-08-2004

El gobierno provisional de Irak ha decidido que no puede permitirse ya la continua provocación y el desafío de un grupo de delincuentes que, con pretextos del pietismo o fanatismo religioso, se han adueñado de la ciudad santa chií de Nayaf y convertido su cementerio en su particular base militar y santuario. Ahora amplían sus acciones hacia Basora para dar la impresión de una insurrección general. El clérigo Muqtada al Sáder ha conseguido crear un pequeño ejército propio gracias al prestigio de su difunto padre, a la ignorancia y demostrada impericia de las fuerzas de ocupación norteamericanas y pese a su desprestigio como rufián intruso en el honorable clero chií. Su objetivo es mantener indefinidamente secuestrada a la sociedad iraquí, que lo desprecia pero también lo teme cada vez más.
Las autoridades iraquíes e internacionales tienen el deber de acabar con una situación en la que unas bandas de este cura Santacruz versión mesopotámica impiden la normalización de la vida, la reconstrucción y la mejora de la seguridad y el bienestar de los iraquíes de la región. Hundir la exportación de petróleo no es sino un acto consecuente más en este intento de sumir a Irak en la miseria y el odio. Quien no coopere en la lucha contra semejante estrategia traiciona a los intereses de la sociedad abierta en Irak y de todo el mundo. Cierto es que todo podía haber sido diferente si la ocupación se hubiera producido en términos lógicos, con una presencia militar exterior masiva y aplastante, leyes marciales y una lucha contrainsurgente razonable que premiase y fomentase lealtades y no tolerase conatos de resistencia, ni en mezquitas, cementerios, madrazas ni tiendas de escapularios.
Gentes como Al Sáder no habrían podido erigirse en reyezuelos del bandidaje porque habrían sido detenidos. Con razón no dejaron los ocupantes en Alemania en 1945 que los Gauleiter de las SS anduvieran libres organizando manifestaciones de adeptos, exigiendo salarios, extorsionando a compatriotas que no se unieran a su causa y urdiendo atentados y secuestros para desestabilizar el país. El primer ministro iraquí acudió a Nayaf a explicárselo a Al Sáder, pero éste ya se cree capaz de robar mucho más pastel de poder. Ahora toca demostrarle lo contrario. A él y a la opinión pública iraquí. Pese a la ayuda exterior fanática del islamismo que reciben estos facinerosos, Irak y sus aliados han de imponerse. Quienes se rasgan las vestiduras por la reinstauración parcial de la pena de muerte en Irak olvidan que Al Sáder la tiene bien impuesta y que en las guerras existe por definición.
Las víctimas de este clérigo son los iraquíes que quieren trabajo para vivir en un país en paz y con futuro. Es momento de acabar con las tibiezas de una ocupación anormal. Seguirá habiendo, en países islámicos y en nuestros lares occidentales, gentes que se alegren de los crímenes de los resistentes (en cursiva la anterior palabra) de Al Sáder, pero el mundo civilizado se juega demasiado en esta gran apuesta como para seguir escuchando a quienes son capaces de poner en peligro la sociedad abierta de que disfrutan con tal de infligir derrotas a estos enemigos que ideológicamente se han construido a este lado de la trinchera.

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